domingo, 2 de diciembre de 2007

Indiscreta Holga

Las mujeres francesas de Portugal se sientan a la mesa con un gesto ágil y distraído, orquestadas por un coreógrafo invisible que sólo mi pequeña Holga puede ver. Un, dos, tres y… Las posaderas perfectamente acomodadas en sus cuadrados de mimbre. Un, dos, tres y… Por un momento, todo es como debería ser.

- Qu'est-ce que désirez vous pour dîner?


Las mujeres francesas de Portugal son dos ancianas terribles. También son terriblemente observadoras: todo lo oyen, todo lo ven y todo lo comentan entre dientes de resina acrílica.

Y qué terrible es el poder uniformador de la vejez, aquel umbral (tan invisible como el coreógrafo) que se cruza y tras el cual el abismo generacional es prácticamente imperceptible. Madre e hija (Holga y yo somos infalibles pronosticando parentescos) pueden de pronto pasar por primas, vecinas o compañeras de bingo.

- Puis-je voir la carte, s'il vous plaît?

Las cartas lisboetas de Portugal están repletas de decisiones difíciles, y nuestras francesas fruncen el ceño y los labios, y miran indiscretamente los platos ya servidos, y atisban su sabor a través del rostro de los comensales. Y aún así decidir es tan tremendamente complicado…

- Savent-ils puisque vont-ils prendre?

Mi pequeña Holga sonríe. Ella cree (y yo no puedo sino estar de acuerdo), que al fin y al cabo no elegir es también una elección.

1 comentario:

Anónimo dijo...
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