
- Qu'est-ce que désirez vous pour dîner?
Las mujeres francesas de Portugal son dos ancianas terribles. También son terriblemente observadoras: todo lo oyen, todo lo ven y todo lo comentan entre dientes de resina acrílica.
Y qué terrible es el poder uniformador de la vejez, aquel umbral (tan invisible como el coreógrafo) que se cruza y tras el cual el abismo generacional es prácticamente imperceptible. Madre e hija (Holga y yo somos infalibles pronosticando parentescos) pueden de pronto pasar por primas, vecinas o compañeras de bingo.
- Puis-je voir la carte, s'il vous plaît?
Las cartas lisboetas de Portugal están repletas de decisiones difíciles, y nuestras francesas fruncen el ceño y los labios, y miran indiscretamente los platos ya servidos, y atisban su sabor a través del rostro de los comensales. Y aún así decidir es tan tremendamente complicado…
- Savent-ils puisque vont-ils prendre?
Mi pequeña Holga sonríe. Ella cree (y yo no puedo sino estar de acuerdo), que al fin y al cabo no elegir es también una elección.
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